Mujeres de la ESI: referentes para futuras ingenieras
Carlota Armillas Mateos
Ingeniera en diseño industrial en Adapttech
Crecí con las historias de grandes inventores, artistas, arquitectos y científicos que me contaba mi madre. Era una niña que siempre andaba inventando cosas, y en casa me transmitieron una pasión por los retos: cuanto más difícil, mejor. Me fascinó la idea de llegar a ser una Edison, e inventar cosas que ayudasen a mejorar la vida de los demás. Por eso, estudié el Doble Grado en Ingeniería en Diseño Industrial y Desarrollo del Producto con Ingeniería Mecánica. Creo que es un tándem perfecto para aprender no sólo cómo funcionan los productos que nos rodean, sino para desarrollar la creatividad, la empatía con los futuros usuarios, y dar rienda suelta a la innovación.
La ESI me ha dado muy buenas anécdotas. Por ejemplo, el proyecto SoundSight, donde un grupo de amigos de clase diseñamos una ayuda técnica para invidentes que fue finalista en el James Dyson Award. Recuerdo con especial cariño mis TFG. El primero fue una cuna térmica neonatal, un trabajo muy bonito que me dio la oportunidad de aprender de los médicos, enfermeras y pacientes de la UCI neonatal del Hospital Puerta del Mar de Cádiz. El segundo, como becaria del grupo INNANOMAT, fue el diseño de un bulbo de proa para Navantia. Este proyecto fue muy chulo porque estuve muy cerca de tecnologías y software puntero, como la fabricación aditiva de gran volumen, la optimización topológica o el diseño lattice.
Pero, creo que lo que más ha marcado el resto de mi trayectoria han sido la asignatura de “eco-diseño y ergonomía”, y mi Erasmus. En Eco-Diseño, me volví consciente del impacto negativo que las decisiones de ingeniería, especialmente aquellas tomadas en las etapas de concepción de un producto, pueden llegar a tener sobre el medioambiente y la sociedad. Por otro lado, durante mi Erasmus en Dublín me especialicé en innovación de productos médicos. Nunca me vi como médico, pero me encanta poder aportar mi granito de arena como ingeniera para mejorar la medicina.
Entonces, después de terminar el doble grado, empecé a hacerme preguntas: ¿Como ingeniera, cómo puedo ayudar a la transición hacia una economía circular? ¿cómo puedo ayudar a que más personas tengan acceso a una atención sanitaria de calidad? ¿cómo ayudar a reducir desigualdades? ¿cómo puedo ayudar a frenar el cambio climático, o a hacer frente a la escasez de recursos? Y, ¿cómo puedo llegar a convertirme en un referente en este área?
Esta motivación, junto a otros logros personales y académicos, me llevó a ganar el premio WONNOW de CaixaBank y Microsoft, y a recibir una beca Gates Cambridge para estudiar el Máster en Ingeniería para el Desarrollo Sostenible en la Universidad de Cambridge, y buscar respuesta a estas preguntas y muchas otras.
El máster fue una experiencia increíblemente enriquecedora, que transformó por completo mi mentalidad de ingeniera a la hora de analizar y abordar problemas. Las asignaturas no tenían exámenes, sino trabajos en los que teníamos que realizar investigaciones innovadoras y originales relacionadas con temas de sostenibilidad, ingeniería y liderazgo. Para mi tesis, desarrollé una guía de diseño para mejorar la sostenibilidad de dispositivos médicos para contextos humanitarios, con el objetivo de ayudar a aumentar el número de personas con acceso a estos aparatos. Fue muy interesante, porque entrevisté a ingenieros de todo el planeta y aprendí mucho sobre diseño humanitario (desafíos, prioridades…)
Lo que más me motiva es inventar nuevos productos que tengan un impacto positivo. Por eso, hoy en día, trabajo como ingeniera en diseño industrial en Adapttech, una start-up biomédica. En Adapttech desarrollamos productos y tecnologías innovadoras para mejorar la calidad de vida de personas amputadas, y facilitar el trabajo a los ortopedistas. Soy responsable del proceso de diseño industrial desde la concepción de nuevos productos hasta la fabricación. También estoy ayudando a la empresa a mejorar su sostenibilidad.
Ortega y Gasset decía que somos nuestras circunstancias, y tenía toda la razón. Creo que yo he tenido mucha suerte con mi educación. Mi madre, informática y artista, siempre ha sido un referente súper cercano que ha roto el estereotipo de que las “STEAM” son para hombres, y de alguna forma u otra creo que ha sido crucial a la hora de definir mi vocación. También he tenido muchísimas profesoras en áreas de STEAM, y compañeras de trabajo. Pero, esto no quita que, desde niña también, haya sido consciente de que ser mujer en este mundo es un poco más difícil que ser hombre. De pequeña, me preguntaba por qué en los libros de historia, casi todos los nombres eran masculinos. Me daba mucha rabia el triste final de Hipatia de Alejandría, y me sentía secretamente orgullosa de las grandes reinas y emperatrices. Respiraba con alivio por vivir en un país europeo en el siglo XXI, porque sabía que no hacía mucho, o en otros lugares del mundo, el papel de la mujer era ser madre y florero, y yo quería ser inventora.
Como comenté al principio, siempre me han encantado los retos. Con 8 años era consciente de que ser mujer e inventora era un poco desafiar los estereotipos sociales. Pero la verdad es que también me daba mucho orgullo de imaginar que llegaría a serlo pese a todos los obstáculos, y aquí estoy hoy en día. Y la mejor noticia es que no estoy sola, porque somos muchas mujeres trabajando en tecnología, matemáticas, ingeniería, ciencias y artes.